Bajo una carpa colorida, donde la música llena el ambiente y la risa baila al ritmo de las alegres melodías, ¡el espectáculo esta a punto de comenzar!
Tras bastidores, los ansiosos e impacientes protagonistas del espectáculo sienten como la adrenalina sube y la temperatura aumenta en sus cuerpos a la par del estruendoso ritmo del redoble de los tambores. Esta es la señal. Es la hora de salir.
Bajo la luz de los reflectores, el color danza por doquier acompañada de movimientos, acrobacias, bromas y aplausos.
Aquellas aspiraciones de ser alguien más; subir otros tantos metros la cuerda, brincar más alto, desafiar durante más tiempo a la fiera, ser cada vez mas torpe o hacer un numero mas en el aire, o aun mejor, hacer parte de un circo de mayor magnitud y popularidad o ser una figura publica del espectáculo, son olvidadas en el escenario. Allí pondrán todas sus fuerzas, sus ánimos y toda la energía posible para que los espectadores no vean una mala inversión de su dinero; el cual ira a dar a sus hogares y familias. Tal vez como el único medio de sustento.
Los ánimos y sentimientos son ambivalentes; Una compleja unión de contradicciones. En cada kilometro del camino recorrido se quedan sentimientos, ilusiones y algunas veces frustraciones que no se desean recordar. Este es el circo de la vida detrás de la vida del circo.
Uno a uno espera su turno para lucirse ante sus atentos clientes, compradores de un momento de diversión. El sonido de los aplausos retumba en sus oídos. Flores que caen a sus pies; muestras de un afecto momentáneo y un agradecimiento total. El espectáculo ha finalizado.
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